No se ahora mismo cuanto hace que Hombres y mujeres y viceversa anda por la pequeña pantalla, así a la brava diría que entre 3 y 4 años. Todavía recuerdo que estaba viendo la televisión de sobremesa, cuando bajo una intro de programa realmente cutre, aparecía Emma García proponiendo un nuevo tipo de programa del amor, y ojo que digo amor, bajo la batuta de dos tronistas y sus arrodillados pretendientes.
En aquel programa, recuerdo que intentaron que las dos tronistas (Hablaré de cuando salían ellas y no ellos, que era más interesante) no fueran canis, y simularan chicas de a pie, y los pretendientes a cual más ciclado, iban apareciendo en fila pronunciando una frase ingeniosa para captar la atención de la doncella. En esa época, resultaba mínimamente creíble que pudiera existir cierto agrado o ilusión entre los componentes, que conste que no hablo de amor, y empezaban a ser interesantes las peleas de toros bravos por que su cita destellara más carisma que las de su oponente directo.
Durante todo este tiempo, el programa ha ido evolucionando, bajo las cada vez más, publicaciones sobre su teatralidad y su artificialidad. Quizás el clímax llegó con el Beckham de Alcobendas, El ya olvidado Efrén, que fue capaz de colocarse en los primeros puestos en las carpetas femeninas de la ESO. Habiendo terminando su historia, y destapando el tarro de las esencias de la verdadera realidad, el programa necesitaba un cambio de rumbo para no vendernos algo que ya no sonaría más a magia.
Y después de todo este tiempo llegamos a la actualidad, donde encontramos un programa donde tanto la presentadora, como los ganchos, como los consejeros del amor (ojú! como suena esto), trabajan de directores de escena, moviendo a los canis marionetas ya latentes en todo su esplendor en el programa, y sin máscara alguna, para que actúen a su antojo, y nos regalen momentos de lo más calorros, sobretodo cuando pronuncian frases como "con ella en tres citas estoy empezando a percibir algo, y contigo en siete ya no siento lo mismo" o "tengo que besarlas a todas para saber si de verdad siento algo".
Todo ello bajo el guión realmente irónico y sádico, que hace que tu como espectador veas que se están riendo de ellos en su cara, y no se dan cuenta. El tono actual es de este estilo, y resulta realmente divertido si te lo tomas como lo que es, con personajes como Rafa Mora, Jenny (hay más de una) y Ferchu, proyecto de putero y vividor de la noche poligonera, que tú realmente ves como tal, y las pretendientas de turno creen poder cambiar a chico que cocina con sutileza.
Hay que sumar un apartado a todo esto. Para los canis que aparecen, hay cuatro niveles:
Pretendiente expulsado resentido que aparece de vez en cuando con el objetivo de salvar el mundo pero que termina por marcharse humillado por los jeques que manejan el cotarro.
A continuación, están los canis pretendientes, por un lado los que son expulsados a la primera porque para mí lo importante es el interior pero no es mi tipo, y por otro los que se sientan en la silla y ponen cara de "Fuck yeah".
Pasamos página, y llegamos casi al olimpo, el tronista. Es ese cani que ha evolucionado de tal forma, que es capaz de generar la risa popular que denota superioridad y puede humillar a sus pretendientes con la boca abierta, sintiéndose poderoso, sintiéndose el deseado.
Y llegando al nivel máximo, llegamos a ex-tronistas consejeros, que son aquellos/as, que han sido demasiado importantes como para haber salido con pareja del programa y generan comentarios sabios y respetados, cuál padre alentando a su hijo a pensar que debe escucharlo porque siempre tiene la razón.
Con este relato he intentado describir la sensación que me produce este programa, consciente de que ellos mismos (los no canis) saben que es un programa que pertenece al género humorístico, y como tal, es un buen ejercicio para reirse un rato con televisión reinventada.
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